8:30 de la mañana y estaba oscuro en las faldas de las montañas de San José. Todo estaba oscuro en el colegio, pues el sol no alcanza a alumbrar por culpa de las montañas y por ser el motivador del lado este del mundo. Ni siquiera había luz artificial por lo que nadie podía ver que escribía. Los profesores teníamos que arreglarnos prendiendo velitas y celulares para alumbrar cuadernos y pizarras.
El primero C era un curso difícil y más aún en clases de inglés. Nadie quería saber de inglés a excepción de unos cuantos que tampoco querían saber nada, pero que sí querían pasar de curso. ''Pasar de curso'' no tiene nada que ver con querer saber de algo.
La sala estaba rayada y todo estaba en decadencia, los vidrios rotos, el acero oxidado y la madera podrida. Entre toda esta porquería estaba el Eric; un cabro que lamentablemente era una molestia. Todos los profesores nos quejabamos de él porque el desorden era su estilo de vida. Se paraba, gritaba, saltaba y llamaba la atención de todos con solo moverse.
Lo tuve que echar en 2 oportunidades diciéndole: ''Siéntate'', ''cállate'' y mi favorita ''andate de la sala''. Lo saqué en dos oportunidades, pero el desorden bajaba en un 2%. No era para nada suficiente, (por cierto, eran 45 alumnos el máximo permitido). ''¿Qué voy a hacer contigo?'' decía yo en el primer mes de mi incipiente carrera. ''Echemene no más profe'' me decía Eric con total resignación.
Pasaron los días y de repente, Eric se puso lentes, se sentó adelante y empezó a estudiar como nunca antes. Era el más rápido y siempre preguntaba todas las cosas que estaban en inglés. De un día para otro había cambiado. Le comenté a los profesores y uno de ellos me dijo que había hecho una apuesta. ''15 patadas en la raja si tienes un rojo en alguna materia'', le había dicho el profesor de matemáticas y santo remedio.
Cuando le pregunté por qué había cambiado de actitud y empezar a hacer todo en clases él me dijo:
-porque me van a pegar-
-¿Quién te va a pegar?- le pregunté
- ... en la casa me pegan tío- dijo con resignación y un poco dubitativo.
Yo no supe qué decirle, pero desde ese momento todo empezó a salir bien. No creo que le peguen en la casa, quizás el me dijo eso para no decirme lo del profesor.
Finalmente, un día que salí del colegio para esperar la micro, en una plaza cercana a él, Eric se iba para su casa (creo). Unos amigos de él le empezaron a gritar.
-¡Oye! ¡te van a sacar la chucha huevón!
-Nah- dijo Eric con indiferencia. -Yo pego más, huevones-.
Me vio y me saludó estrechando la mano mientras yo esperaba la micro. Su mano estaba caliente y tenía una cara de no querer ir más al colegio.
-¡Te van a sacar la chucha huevón!- insistían sus compañeros.
Pasó por al lado de una maderería y agarró un palo de madera. Sacó unos clavos que tenía en el bolsillo y los clavos con el martillo que había sacado de la sala de tecnología. Los clavó en la madera y se lo llevó a su destino.
-Yo pego más huevón- insistió en sus últimas palabras antes de desaparecer tras los negocios y micros del lugar.