Nada más incómodo y confuso que vivir en un mundo pequeño donde nuestras palabras se reducen a vocablos cortos y coloquiales, y que no necesariamente expresan la realidad. Es increíble el postulado de Wittgenstein cuando dice ''el límite de mi lenguaje es el límite de mi mundo'', es decir, si no sé cómo usar el lenguaje, mi mundo es tan pequeño como el uso que hago de él.
Es tremendamente perjudicial que tengamos un mundo pequeño porque inmediatamente dañaremos a las personas más importantes. Y cuando eso pasa, lo único que podemos hacer es obligar a los otros a vivir a la suela del zapato. Como dice Sócrates, es peor cometer injusticia que padecerla.
No debemos dejar que avancen los viejos y atorados paradigmas. Ellos son los culpables de achicar nuestro mundo.
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En la calle de la isla decepción se encontraba uno de los negocios más ricos de toda la comuna, ''La Comida China''. Tres amigos inseparables se juntaban ahí a comer: el Camilo, el Bastián y la Valentina. Los tres estaban comiendo una promoción de $2.500; arroz chaufán con carne mongoliana.
- ¿Te vay a comer la carne?- le preguntaba Camilo a Valentina.
- No, no quiero más, estoy chata-, le dijo Valentina con cierto malestar.
- Bacán, entonces ¡pásala!-, le dijo con energía.
Valentina le acercó la carne al almuerzo de Camilo.
- ¿Por qué no te la comes toda?-, decía Bastián con cierto desprecio-, ¿Pa' que tan poco hombre?-.
El desagradable comentario de Bastián hizo agrandar los ojos de Valentina. Miró lentamente a Bastián con una mirada confusa y sin entender completamente lo que dijo. Aunque esta frase la hizo estremecer, Valentina se quedó callada y dejó pasar el análisis profundo.
- Volvamos a la villa, mis viejos me van a retar-, decía Valentina preocupada.
Valentina tenía el pelo negro y largo que le llegaba a la cintura. Siempre vestía de buzo porque los demás géneros le causaban incomodidad, era completamente normal verla de ''sport''. Tenía sus ojos cafés y unas manos blancas que podían verse perfectamente en la oscuridad, como si fueran fosforescentes. Le gustaba educación física y jamás se perdía un baile o una pijamada. En el colegio no le iba bien, pero tampoco mal, solo le gustaba pasarlo bien y pasar de curso. Sólo esas eran sus responsabilidades.
Esa tarde caminaba hasta el departamento de sus padres dentro de una villa de la misma calle. En la puerta de su departamento hay una frase tallada en madera:
''La mujer debe escuchar la instrucción en silencio con toda sumisión. No acepto que la mujer dé lecciones ni órdenes al varón. Quiero que permanezca callada, porque Adán fue creado primero y Eva después''.
1 Timoteo 2:11-15
Era una puerta de madera grande y café. El sólo verla inspiraba un miedo aterrador, pues no te podías imaginar quién vivía detrás de una puerta tan grande. En fin Valentina entró.
-¡Hola!-, grita Valentina por toda la casa.
-Hola, mi' jita, ¿cómo está?-, dijo su madre.
-Bien mami, estaba almorzando-.
La madre de Valentina era una señora gentil y a ratos frágil. Tenía el pelo rubio y corto hasta los hombros, usaba unos zapatos negros y una falda larga. Se llamaba Marcia y tenía mucho amor por su esposo y su hija. Años de duro esfuerzo con su marido alcanzaron para un departamento centralizado y a la vez en la periferia de la pobreza.
- Qué bueno, seguramente no almorzarás con nosotros-, dice la mamá.
- No, mamá, yo creo que ahora voy a hacer las tareas. En dos días más tengo prueba de taller mi ciudad-, dijo Valentina.
- Vaya no más a estudiar. ¿Y mi papá?-.
- Está en el baño-, dijo la madre mirando hacia el baño que estaba en frente de las habitaciones.
- Aquí estoy hija-, dijo el padre de Valentina.
El padre de la Vale era un señor alto que pesaba 130 kilos aproximadamente y su nombre era Roberto. Tenía el pelo negro y corto Ha trabajado en un negocio ubicado cerca de Las Rejas por más de 15 años. En ese momento usaba una polera musculosa blanca, y un pantalón con un cinturón que apretaba su estómago con mucho esfuerzo. Salió del baño con la lengua afuera y se acercó a saludar a su hija
- ¿Cómo estás Papá?-, dice Valentina.
- Bien, mi'jita, un poco cansado no más-, dijo el padre.
- Descansa pos, tienes toda la tarde- dijo Valentina, -Pero antes papá te quería pedir permiso-.
- Dígame-, dijo con seguridad el padre, pues tenía plena confianza en Valentina.
Valentina tenía el pelo negro y largo que le llegaba a la cintura. Siempre vestía de buzo porque los demás géneros le causaban incomodidad, era completamente normal verla de ''sport''. Tenía sus ojos cafés y unas manos blancas que podían verse perfectamente en la oscuridad, como si fueran fosforescentes. Le gustaba educación física y jamás se perdía un baile o una pijamada. En el colegio no le iba bien, pero tampoco mal, solo le gustaba pasarlo bien y pasar de curso. Sólo esas eran sus responsabilidades.
Esa tarde caminaba hasta el departamento de sus padres dentro de una villa de la misma calle. En la puerta de su departamento hay una frase tallada en madera:
''La mujer debe escuchar la instrucción en silencio con toda sumisión. No acepto que la mujer dé lecciones ni órdenes al varón. Quiero que permanezca callada, porque Adán fue creado primero y Eva después''.
1 Timoteo 2:11-15
Era una puerta de madera grande y café. El sólo verla inspiraba un miedo aterrador, pues no te podías imaginar quién vivía detrás de una puerta tan grande. En fin Valentina entró.
-¡Hola!-, grita Valentina por toda la casa.
-Hola, mi' jita, ¿cómo está?-, dijo su madre.
-Bien mami, estaba almorzando-.
La madre de Valentina era una señora gentil y a ratos frágil. Tenía el pelo rubio y corto hasta los hombros, usaba unos zapatos negros y una falda larga. Se llamaba Marcia y tenía mucho amor por su esposo y su hija. Años de duro esfuerzo con su marido alcanzaron para un departamento centralizado y a la vez en la periferia de la pobreza.
- Qué bueno, seguramente no almorzarás con nosotros-, dice la mamá.
- No, mamá, yo creo que ahora voy a hacer las tareas. En dos días más tengo prueba de taller mi ciudad-, dijo Valentina.
- Vaya no más a estudiar. ¿Y mi papá?-.
- Está en el baño-, dijo la madre mirando hacia el baño que estaba en frente de las habitaciones.
- Aquí estoy hija-, dijo el padre de Valentina.
El padre de la Vale era un señor alto que pesaba 130 kilos aproximadamente y su nombre era Roberto. Tenía el pelo negro y corto Ha trabajado en un negocio ubicado cerca de Las Rejas por más de 15 años. En ese momento usaba una polera musculosa blanca, y un pantalón con un cinturón que apretaba su estómago con mucho esfuerzo. Salió del baño con la lengua afuera y se acercó a saludar a su hija
- ¿Cómo estás Papá?-, dice Valentina.
- Bien, mi'jita, un poco cansado no más-, dijo el padre.
- Descansa pos, tienes toda la tarde- dijo Valentina, -Pero antes papá te quería pedir permiso-.
- Dígame-, dijo con seguridad el padre, pues tenía plena confianza en Valentina.
- Hay un carrete en el centro, vamos a celebrar el cumpleaños de la Clau.
- Ah, la Clau, sí. Vaya no más-, dijo sin problemas el padre, - deme el número de allá para ir a buscarla.
Valentía tenía 16 años. Iba en tercero medio y los carretes a esa edad eran frecuentes, que digo frecuentes, permanentes. Nuestra chica se fue a estudiar y ahí se pasó el resto del día.
Eran las seis de la mañana y Valentina ya estaba lista para ir al Liceo. Llegó temprano a ejercitar en el colegio y Bastián, quien era un amigo de la villa y su compañero, la observaba desde los tablones del patio.
- Tan temprano que llegai-, le decía Bastián.
- Necesito llegar temprano y hacer ejercicio, sino me duermo en clases-, decía Valentina.
- ¿Vas al carrete?-, dice Bastián.
- Obvio-, dice Valentina.
- Oye, ¿tu cachai que le gustai al Camilo, cierto?-, dice Bastian para destapar el secreto.
- Sí, se le nota-, dice Valentina.
- ¿Y qué onda?-
- Nada pos, no me gusta, no estoy ni ahí-.
- Es que el loco se te va a declarar en la fiesta-.
- ¿Eso te dijo?-, le dijo Valentina extrañada.
- Sí pos, yo te prevengo no más y lo prevengo a él de que le dirás que no-.
- Bueno, entonces si lo sabe, no será tan malo pos. Lo comprenderá-, dice Valentina sin problemas.
- Sí, bueno, supongo que sí-
La verdad es que nuestra chica no estaba preocupada. Nunca había pololeado y no le interesaba hacerlo con Camilo, quien era su amigo de toda la vida junto con Bastián. Pero, ¿qué hacer con la amistad? según Valentina, tendrá que permanecer tan sólida como siempre, pues, si son amigos, se entenderían y no habría problemas.
Terminaba la jornada escolar y Valentina se iba derechito al carrete del centro para celebrar el cumpleaños de la Clau. Llegando temprano (como siempre), no se encontró con nadie conocido, pero con mucha gente en el local. De repente, alguien se le acerca.
- ¡Hola!-, le dice una mujer.
- Hola-, dice Valentina extrañadamente.
- Me llamo Jessica, soy una compañera del trabajo de la Clau-.
- Oh, no sabía que la Clau trabajaba, siempre la vi estudiando no más-, dijo Valentina sorprendida.
- Sí, ¿vamos a bailar? los cabros son buena onda-.
- Ya, es que estoy esperando a alguien-, dice Valentina que esperaba a Camilo para decirle corto y preciso que nada con él.
- Okas, nos vemos al rato pos-.
- ¡Bueno!-
El reggaeton retumbaba en todo el local, parecía que se iba a caer, pero a los cabros no les importaba. Jessica se fue a bailar con los primeros que veía, seguramente les tenía mucha confianza y los conocía de antes. En ese momento, un cabro se le acercó a Valentina.
- Que es puta la Jessica-, dijo casi riéndose el cabro.
- Oh, ¿por qué dices eso?-, preguntó molesta Valentina.
- Mírala pos, ahí está bailando apretadita la huevona-.
- ¿Y qué tiene? si así es la cuestión po-, decía casi burlándose Valentina.
- Esa huevá de música es para los huevones y huevonas calientes que quieren sexo. No es pa otra huevada-.
- ¿Y qué sabí tú si ella quiere bailar nomás?-, sigue un poco molesta .
- Pero ¿no cachai?-, le dijo el cabro, - el propósito de esa música es para engancharse minas, la mujer tratada como objeto a ganar. Algo que se debe convencer para acercarse un poco más, y ojalá, acostarse con la mina. Se puede pasarla bien, o por lo menos eso parece, pero la idea es acostarse-.
- Estas loco. No tienes idea de lo que dices-, le dijo Valentina indignada.
- Pero si el mismo hombre generó este baile pos. El hombre necesita utilizar a la mujer y la mujer tiene que bailar, seducir, convencer con el cuerpo, no con las palabras. Debe entregarse a lo dionisíaco y así será mujer. De otra forma, nadie la va a pescar y la van a agarrar pal hueveo. Una mujer que no baila no tiene sentido, no tiene gracia, haciéndola corta, no es mujer pos-.
Valentina miraba con una cara de ironía y sarcasmo tratando de hacer caso o miso de las palabras de este cabro desconocido, que le hablaba con aires de sociólogo.
- ¿Y tú quién te crees que eres?-, responde Valentina con el mismo sarcasmo-.
- Me llamo Alejandro-, responde el desconocido, - Soy sociólogo-.
- ¿Sociólogo?, de adónde si eres como de mi edad-, dice Valentina.
- Tengo 29-, dijo Alejandro, edad que claramente no representaba, - ¿A ti te gusta bailar?- pregunta Alejandro.
- Sí-, responde escuetamente Valentina.
- ¿Quieres ser como la Jessica?-
- Es linda la Jessica, y por lo que veo sabe Bailar super bien-.
- ¿No encuentras que tiene algo de puta?-
- No, para nada, está bailando no más po-.
- ¿Qué crees que sería mejor? ¿que fuera puta o perna?
- Oye que desagradable el comentario-, le dijo Valentina.
- Pero ¿para qué te enojas? no te estoy pidiendo que generes tu opinión. ¿Qué sería mejor para los cabros? ¿qué crees que piensan ellos? ¿bailar en buena onda?
- Bueno ¿y por qué no?-, dice Valentina casi gritando.
- Porque el propósito es claro, la mujer tiene la culpa, necesita satisfacer al hombre por sobre todo. Si no lo logra se busca otra, sino la ex, etc. La mujer necesita tener el papel de puta para poder ser aceptada, nada de sentimientos, lo que pasa se queda en cierto lugar y nada más.
- Yo creo que la mujer es al final la que decide-, dice Valentina con ganas de discutir, - la mujer es la que dice sí o no al hombre y este se tendrá que resignar.
- Buena respuesta-, dice Alejandro, - pero eso no cambia el objetivo del hombre y mucho menos el sentido de la música-, dice Alejandro tratando de rebatir. - si una no acepta, aceptará la otra porque esa es la esencia. Que el hombre esté con la puta-.
-Pero a todo el mundo le gusta. Si todos están de acuerdo con eso ¿qué problema hay?-, dice Valentina.
- El problema, amiga mía, es que esto es lo que crea cultura-, dice Alejandro tomando aires ''académicos'', - Basta que se difunda por todos lados y los niños vayan aprendiendo a ser hombres en base a ese modelo, porque ese es el modelo que aspiran a ser. Ahora las mujeres se embarazan mucho antes y no por un tema de violación o por un escape, sino más bien por un tema de voluntad e ignorancia. Los chicos buscan una imagen de cómo ser y ahí tiene el internet para ver cómo tienen que hacerlo, mientras las niñas cumplen un rol secundario para satisfacer al hombre. Si hasta la biblia lo dice-.
- ¿Sabes? es verdaderamente desagradable conversar contigo-, quiero verte bailando ahí y decir lo mismo que me dices.
Una loca se acerca a Alejandro y lo invita a bailar. Alejandro se da vuelta y acepta de inmediato.
¿Qué significó eso? Por más sociólogo y crítico Alejandro no puede soportar su rol de la sociedad. ''Dejarse llevar'' para eso sirve la mujer, para tentarse, para comer la manzana y cagarse la vida. Valentina con un desagradable sensación se fue del local para su casa.
Valentina se fue caminando del centro hasta Las Rejas que era donde quedaba el departamento de sus padres. Alejandro sin querer le había revelado y despertado el lado B de una dialéctica sin resolver, el rol hombre/mujer. ¿Cómo es que un hombre mismo le había revelado la estupidez cavernaria del hombre? ''La cultura'' se repetía Valentina. La cultura crea todo y tiene la culpa de todo esto, pero entonces es el mismísimo hombre el que tiene la culpa. Muy confusa estaba Valentina.
Nunca tuvo una segunda lectura de estas cosas hasta que Alejandro le habló. Basta observar las directrices que da la cultura y luego, por donde veía, por todos lados aparecían imágenes y promociones donde la mujer se vende como mercancía barata. El auto no se vende si no hay mujer que lo publicite, los artículos de oficina no se venden si no hay una vendedora sexy en la portada. Y qué decir de los libros... El sexo y la mujer mostrada como trapo es lo más vendido, ya no hay nada más que hacer. La heroína y la villana de las teleseries dan igual por las dos sirven como trapos; no importa quién sea la mujer, si le sirve al hombre da lo mismo el ser. Valentina no podría creerlo, se molestó y le dio una impotencia que casi no pudo controlar.
Estaba apunto de convertirse al Islam. No quiso que la miraran porque era claro que los hombres no miran los ojos. Lo que necesitan ellos es el busto y el culo de otra forma, la mujer no vale. La cultura pega y la de este país no es precisamente integral.
Finalmente con todos estos pensamientos, Valentina llegó a su casa. Durmió inmediatamente, pues de La moneda hasta Las Rejas no es un camino corto. Al otro día se despertó tarde, pues era Sábado y se metió al computador inmediatamente, pero la contraseña de usuario era de su mamá por lo que la llamó y esta atendió inmediatamente.
- Mamá, necesito la clave para ingresar-, dijo Valentina.
- Sí, hija, déjame escribirla-, dijo la madre de manera diligente.
De pronto se asomó el papá de Valentina quién de él surgió una carcajada.
- Ja, ja, ja, ja-, rió fuertemente el padre. - pero mujer, ¿qué cresta estás haciendo tú en el computador?-.
- ¿Qué tiene de malo?-, respondió la señora Marcia.
- Esas cosas no son para las mujeres, Marcia-, dice don Roberto antes de acabar de reír, -esas cosas son o para los jóvenes o para los hombres, pero no para las mujeres cagadas como tú po ja, ja, ja- rió don Roberto.
Sintiéndose pésimo y con un ceño fruncido al máximo, la madre salió de la pieza y chocó con el hombro a don Roberto.
- No te molestes, mi amor-, dice consoladoramente don Roberto, - pero tu tienes que entender que el único mouse que necesitas es la plancha-.
Con ese último comentario Valentina estalló y enfrentó a su padre.
- Ah, no, ahí sí que la cagaste con tu comentario-, dijo enojada Valentina.
- ¿Y qué van a hacer si yo pago las huevadas de la casa por la cresta? ¿te vay a ir y vay a mendigar, huevona? Yo las necesito aquí, voh pa'a que te eduquí, y la otra pa' que haga las cosas-, dijo groseramente don Roberto.
Valentina se molestó tanto, que vió a su padre ya no con la misma imágen de antes, sino que con las aclaraciones de Alejandro. ''La cultura'', claro, quizás no era culpa del padre, sino que de la maldita cultura que lo hizo así. Y claro, un hombre que se educó con la tele de medianoche no se puede esperar mucho más.
Rápidamente, por sus ojos cándidos y sorprendidos, Valentina vio toda la vida del padre por sus ojos. El asado de la tarde, el diario con la porno, la tele con la porno, el celular con la porno, el coqueteo huevón con la vecina, la hipocresía de ir a la iglesia el domingo y la verborrea machista que hasta ese momento, para Valentina, era normal y verosímil.
Sus ojos la bañaba con lágrimas de ira que al mismo tiempo, le dieron valor a empuñar su zapato escolar con punta de fierro. Se acercó y gritó como la mujer que es y le pegó en los testículos al padre. Don Roberto se agachó porque el dolor era agonizante, Valentina lo empujó y trato de salir de la casa. Con el corazón en la mano y los nervios de culpa que tenía, Valentina desesperada corre, no sin antes recibir un zapatazo de parte de su padre, sí, el mocasín elegante con el cual va a trabajar lo lanzó para que le llegara en la nuca.
Valentina salió corriendo por la villa y don Roberto le comenzó a gritar desde la ventana.
-¡Ahí va! pendeja de mierda, ¡mírenla!, se arranca porque sabe que la cagó. ¡pendeja mal agradecida de mierda! ¡no volvai acá pendeja!-, gritó don Roberto en su agonía.
Nuestra chica solo corrió y corrió, pero nada puede terminar bien si uno se va de casa por las malas.
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Ahí estaba, en la ventana mirando como Valentina corría por su vida. La miraba con indiferencia, pues no es un suceso especial, era pan de cada día el escándalo y eso le molestaba.
Camilo era un loco que tenía un desprecio por todas las cosas, sean buenas o malas. Su pensamiento partía desde la premisa que ''todo es absolutamente falso''.
- Miren a esas viejas huevonas-, decía con enojo.
- Vecina si usted le echa esos fertilizantes blancos a las plantas van a crecer más rápido pue, inténtelo-, le decía una vecina a otra.
- Gracias, vecina no sabe lo importante que es tener viva las plantas-, le responde la otra.
Y Camilo pensaba...- Claro, seguro lo querí por eso, vieja huevona-, lo único que te importa es que la hueva se vea bien, no tení otra intención, decía amargamente.
Unos caballeros se saludaban cordialmente en el departamento de al lado y camilo pensaba.
-Viejos huevones, se saludan y por dentro se odian los huevones, cuantas cosas se dirán en la mesa entre ellos cuando están con sus familias. El rumor el cahuín. Enfermante la huevada.
Estaba apunto de ir abajo y decirle sus verdades a cada uno de los que observaba, pero no se atrevía. Y claro, de ser así lo matan.
- ¡Ven a almorzar!-, le decían desde el comedor a Camilo.
Salió de su pieza para dirigirse a comedor y sentarse en la mesa cuadrada de su casa. Ver las caras de su familia era algo agobiante y pesado. Quería irse y no volver, tenía esa idea de mierda en la cabeza, esa premisa de que todo es falso no importa qué.
- Camilo, pásame la vetabel, por fa'-, le dijo su padre que comía tallarines al igual que todos.
- Toma...-, dijo cortamente Camilo.
- ¿Qué te pasa, Camilo?-, pregunta la madre preocupada.
- Vi a la Valentina que iba corriendo. Estaba llorando y como que me dio pena-.
- Que raro, pero si nunca hay problemas allá. Siempre hay problemas en todos los otros departamentos, menos allá-, decía la madre extrañada.
''Es cosa de fijarse un poco'', decía por dentro Camilo. En efecto, nadie veía lo que veía él porque tenía la disposición de verlo mal.
Terminó el almuerzo y volvió a su pieza. Ver a los niños en el jardín era lo único que lo animaba. Los niños son los únicos que dicen la verdad y no temen decirla. Es el maldito filtro de la adultez que no deja ser como realmente somos, aunque quede la media cagada. Nada le importaba a Camilo y con este pensamiento se iba a la cama todos los días.
Camilo vivía en un segundo piso en el departamento. La ventana de su pieza tiene por fuera una celosía de madera por donde es fácil escalar. A las 2:45 de la mañana de un día miércoles del año 2006, la ventana de Camilo es golpeada con mesura.
- ¿Cómo están golpeando la ventana a esta hora?-, se preguntaba Camilo.
El Camilo abrió la ventana y se encontró con la media sorpresa.
- Hola Camilo, soy la Vale-, respondió la voz casi llorando.
Valentina había vuelto de su huída y vio una oportunidad en Camilo, es decir, le dio una oportunidad una chance para.. quizás empezar algo.
- ¡Vale! ¿Qué estai haciendo aquí?-, le dijo Camilo alarmado.
- Me echaron de la casa. No quiero volver. Camilo, ¡ayudame por favor!
Camilo no estaba tan enamorado de Valentina, en realidad, sí la quería, pero no como una pareja o algo así. Solo quería demostrar que podía estar con alguien a pesar de lo amargado que era.
- Pero, ¿qué querí que haga, Vale?, no puedo invitar a quedarte po. Me matan-, dice Camilo.
- Mi papá me va a matar, Camilo, no puedo volver allá-, le dijo llorando con un mar de lágrimas.
- Pero no puedo, Vale. La casa no es mía y puede que si lo intentas te van a mandar a tu casa po-, dice Camilo.
- Camilo, por favor, te lo ruego. Me van a matar-.
- No puedo ayudarte, vale. De verdad-. decía Camilo irremediablemente.
Valentina no quiere recurrir más a la lástima. Ya era mucho suplicar por un hogar a un hombre, a uno de los enemigos. De mala manera se bajó de la celosía y emprendió camino a otra parte. Camilo cerró la ventana como si hubiera hablado con el aire, y se desvinculo de todo hecho que pudiera unirlo con Valentina. Sabía lo que se le vendría.
Vagó por las calles de Bonilla al lado del metro Pajaritos. Pensó que a lo mejor ahí encontraría una casa en donde vivir. Se dirigió a la entrada y vio a una mujer un poco más grande que estaba dormida, no la quiso molestar y se sentó al lado de ella sin despertarla.
- ¿Por qué estás aquí?-, le dice la mujer.
- Mi viejo me echó de la casa-, dice Valentina casi poniéndose a llorar.
-Era una mierda-, dice la mujer con total seguridad y consuelo.
- ¿Lo conoces?-, le dijo Valentina extrañada.
- Es obvio que es una mierda si te echa de la casa-, dice la mujer.
Valentina estaba confusa y no entendía nada. Se acercó con confianza a la mujer, una confianza que jamás había sentido y la mujer le permitió dormirse colocar su cabeza bajo su frazada y dormirse en sus piernas.
- Duerme, amiga, ya estas a salvo-, dijo consoladoramente la mujer.
Valentina escuchó su voz, hubo un silencio y cerró sus ojos para no volverlos a abrir...
- Ah, la Clau, sí. Vaya no más-, dijo sin problemas el padre, - deme el número de allá para ir a buscarla.
Valentía tenía 16 años. Iba en tercero medio y los carretes a esa edad eran frecuentes, que digo frecuentes, permanentes. Nuestra chica se fue a estudiar y ahí se pasó el resto del día.
Eran las seis de la mañana y Valentina ya estaba lista para ir al Liceo. Llegó temprano a ejercitar en el colegio y Bastián, quien era un amigo de la villa y su compañero, la observaba desde los tablones del patio.
- Tan temprano que llegai-, le decía Bastián.
- Necesito llegar temprano y hacer ejercicio, sino me duermo en clases-, decía Valentina.
- ¿Vas al carrete?-, dice Bastián.
- Obvio-, dice Valentina.
- Oye, ¿tu cachai que le gustai al Camilo, cierto?-, dice Bastian para destapar el secreto.
- Sí, se le nota-, dice Valentina.
- ¿Y qué onda?-
- Nada pos, no me gusta, no estoy ni ahí-.
- Es que el loco se te va a declarar en la fiesta-.
- ¿Eso te dijo?-, le dijo Valentina extrañada.
- Sí pos, yo te prevengo no más y lo prevengo a él de que le dirás que no-.
- Bueno, entonces si lo sabe, no será tan malo pos. Lo comprenderá-, dice Valentina sin problemas.
- Sí, bueno, supongo que sí-
La verdad es que nuestra chica no estaba preocupada. Nunca había pololeado y no le interesaba hacerlo con Camilo, quien era su amigo de toda la vida junto con Bastián. Pero, ¿qué hacer con la amistad? según Valentina, tendrá que permanecer tan sólida como siempre, pues, si son amigos, se entenderían y no habría problemas.
Terminaba la jornada escolar y Valentina se iba derechito al carrete del centro para celebrar el cumpleaños de la Clau. Llegando temprano (como siempre), no se encontró con nadie conocido, pero con mucha gente en el local. De repente, alguien se le acerca.
- ¡Hola!-, le dice una mujer.
- Hola-, dice Valentina extrañadamente.
- Me llamo Jessica, soy una compañera del trabajo de la Clau-.
- Oh, no sabía que la Clau trabajaba, siempre la vi estudiando no más-, dijo Valentina sorprendida.
- Sí, ¿vamos a bailar? los cabros son buena onda-.
- Ya, es que estoy esperando a alguien-, dice Valentina que esperaba a Camilo para decirle corto y preciso que nada con él.
- Okas, nos vemos al rato pos-.
- ¡Bueno!-
El reggaeton retumbaba en todo el local, parecía que se iba a caer, pero a los cabros no les importaba. Jessica se fue a bailar con los primeros que veía, seguramente les tenía mucha confianza y los conocía de antes. En ese momento, un cabro se le acercó a Valentina.
- Que es puta la Jessica-, dijo casi riéndose el cabro.
- Oh, ¿por qué dices eso?-, preguntó molesta Valentina.
- Mírala pos, ahí está bailando apretadita la huevona-.
- ¿Y qué tiene? si así es la cuestión po-, decía casi burlándose Valentina.
- Esa huevá de música es para los huevones y huevonas calientes que quieren sexo. No es pa otra huevada-.
- ¿Y qué sabí tú si ella quiere bailar nomás?-, sigue un poco molesta .
- Pero ¿no cachai?-, le dijo el cabro, - el propósito de esa música es para engancharse minas, la mujer tratada como objeto a ganar. Algo que se debe convencer para acercarse un poco más, y ojalá, acostarse con la mina. Se puede pasarla bien, o por lo menos eso parece, pero la idea es acostarse-.
- Estas loco. No tienes idea de lo que dices-, le dijo Valentina indignada.
- Pero si el mismo hombre generó este baile pos. El hombre necesita utilizar a la mujer y la mujer tiene que bailar, seducir, convencer con el cuerpo, no con las palabras. Debe entregarse a lo dionisíaco y así será mujer. De otra forma, nadie la va a pescar y la van a agarrar pal hueveo. Una mujer que no baila no tiene sentido, no tiene gracia, haciéndola corta, no es mujer pos-.
Valentina miraba con una cara de ironía y sarcasmo tratando de hacer caso o miso de las palabras de este cabro desconocido, que le hablaba con aires de sociólogo.
- ¿Y tú quién te crees que eres?-, responde Valentina con el mismo sarcasmo-.
- Me llamo Alejandro-, responde el desconocido, - Soy sociólogo-.
- ¿Sociólogo?, de adónde si eres como de mi edad-, dice Valentina.
- Tengo 29-, dijo Alejandro, edad que claramente no representaba, - ¿A ti te gusta bailar?- pregunta Alejandro.
- Sí-, responde escuetamente Valentina.
- ¿Quieres ser como la Jessica?-
- Es linda la Jessica, y por lo que veo sabe Bailar super bien-.
- ¿No encuentras que tiene algo de puta?-
- No, para nada, está bailando no más po-.
- ¿Qué crees que sería mejor? ¿que fuera puta o perna?
- Oye que desagradable el comentario-, le dijo Valentina.
- Pero ¿para qué te enojas? no te estoy pidiendo que generes tu opinión. ¿Qué sería mejor para los cabros? ¿qué crees que piensan ellos? ¿bailar en buena onda?
- Bueno ¿y por qué no?-, dice Valentina casi gritando.
- Porque el propósito es claro, la mujer tiene la culpa, necesita satisfacer al hombre por sobre todo. Si no lo logra se busca otra, sino la ex, etc. La mujer necesita tener el papel de puta para poder ser aceptada, nada de sentimientos, lo que pasa se queda en cierto lugar y nada más.
- Yo creo que la mujer es al final la que decide-, dice Valentina con ganas de discutir, - la mujer es la que dice sí o no al hombre y este se tendrá que resignar.
- Buena respuesta-, dice Alejandro, - pero eso no cambia el objetivo del hombre y mucho menos el sentido de la música-, dice Alejandro tratando de rebatir. - si una no acepta, aceptará la otra porque esa es la esencia. Que el hombre esté con la puta-.
-Pero a todo el mundo le gusta. Si todos están de acuerdo con eso ¿qué problema hay?-, dice Valentina.
- El problema, amiga mía, es que esto es lo que crea cultura-, dice Alejandro tomando aires ''académicos'', - Basta que se difunda por todos lados y los niños vayan aprendiendo a ser hombres en base a ese modelo, porque ese es el modelo que aspiran a ser. Ahora las mujeres se embarazan mucho antes y no por un tema de violación o por un escape, sino más bien por un tema de voluntad e ignorancia. Los chicos buscan una imagen de cómo ser y ahí tiene el internet para ver cómo tienen que hacerlo, mientras las niñas cumplen un rol secundario para satisfacer al hombre. Si hasta la biblia lo dice-.
- ¿Sabes? es verdaderamente desagradable conversar contigo-, quiero verte bailando ahí y decir lo mismo que me dices.
Una loca se acerca a Alejandro y lo invita a bailar. Alejandro se da vuelta y acepta de inmediato.
¿Qué significó eso? Por más sociólogo y crítico Alejandro no puede soportar su rol de la sociedad. ''Dejarse llevar'' para eso sirve la mujer, para tentarse, para comer la manzana y cagarse la vida. Valentina con un desagradable sensación se fue del local para su casa.
Valentina se fue caminando del centro hasta Las Rejas que era donde quedaba el departamento de sus padres. Alejandro sin querer le había revelado y despertado el lado B de una dialéctica sin resolver, el rol hombre/mujer. ¿Cómo es que un hombre mismo le había revelado la estupidez cavernaria del hombre? ''La cultura'' se repetía Valentina. La cultura crea todo y tiene la culpa de todo esto, pero entonces es el mismísimo hombre el que tiene la culpa. Muy confusa estaba Valentina.
Nunca tuvo una segunda lectura de estas cosas hasta que Alejandro le habló. Basta observar las directrices que da la cultura y luego, por donde veía, por todos lados aparecían imágenes y promociones donde la mujer se vende como mercancía barata. El auto no se vende si no hay mujer que lo publicite, los artículos de oficina no se venden si no hay una vendedora sexy en la portada. Y qué decir de los libros... El sexo y la mujer mostrada como trapo es lo más vendido, ya no hay nada más que hacer. La heroína y la villana de las teleseries dan igual por las dos sirven como trapos; no importa quién sea la mujer, si le sirve al hombre da lo mismo el ser. Valentina no podría creerlo, se molestó y le dio una impotencia que casi no pudo controlar.
Estaba apunto de convertirse al Islam. No quiso que la miraran porque era claro que los hombres no miran los ojos. Lo que necesitan ellos es el busto y el culo de otra forma, la mujer no vale. La cultura pega y la de este país no es precisamente integral.
Finalmente con todos estos pensamientos, Valentina llegó a su casa. Durmió inmediatamente, pues de La moneda hasta Las Rejas no es un camino corto. Al otro día se despertó tarde, pues era Sábado y se metió al computador inmediatamente, pero la contraseña de usuario era de su mamá por lo que la llamó y esta atendió inmediatamente.
- Mamá, necesito la clave para ingresar-, dijo Valentina.
- Sí, hija, déjame escribirla-, dijo la madre de manera diligente.
De pronto se asomó el papá de Valentina quién de él surgió una carcajada.
- Ja, ja, ja, ja-, rió fuertemente el padre. - pero mujer, ¿qué cresta estás haciendo tú en el computador?-.
- ¿Qué tiene de malo?-, respondió la señora Marcia.
- Esas cosas no son para las mujeres, Marcia-, dice don Roberto antes de acabar de reír, -esas cosas son o para los jóvenes o para los hombres, pero no para las mujeres cagadas como tú po ja, ja, ja- rió don Roberto.
Sintiéndose pésimo y con un ceño fruncido al máximo, la madre salió de la pieza y chocó con el hombro a don Roberto.
- No te molestes, mi amor-, dice consoladoramente don Roberto, - pero tu tienes que entender que el único mouse que necesitas es la plancha-.
Con ese último comentario Valentina estalló y enfrentó a su padre.
- Ah, no, ahí sí que la cagaste con tu comentario-, dijo enojada Valentina.
- ¿Y qué van a hacer si yo pago las huevadas de la casa por la cresta? ¿te vay a ir y vay a mendigar, huevona? Yo las necesito aquí, voh pa'a que te eduquí, y la otra pa' que haga las cosas-, dijo groseramente don Roberto.
Valentina se molestó tanto, que vió a su padre ya no con la misma imágen de antes, sino que con las aclaraciones de Alejandro. ''La cultura'', claro, quizás no era culpa del padre, sino que de la maldita cultura que lo hizo así. Y claro, un hombre que se educó con la tele de medianoche no se puede esperar mucho más.
Rápidamente, por sus ojos cándidos y sorprendidos, Valentina vio toda la vida del padre por sus ojos. El asado de la tarde, el diario con la porno, la tele con la porno, el celular con la porno, el coqueteo huevón con la vecina, la hipocresía de ir a la iglesia el domingo y la verborrea machista que hasta ese momento, para Valentina, era normal y verosímil.
Sus ojos la bañaba con lágrimas de ira que al mismo tiempo, le dieron valor a empuñar su zapato escolar con punta de fierro. Se acercó y gritó como la mujer que es y le pegó en los testículos al padre. Don Roberto se agachó porque el dolor era agonizante, Valentina lo empujó y trato de salir de la casa. Con el corazón en la mano y los nervios de culpa que tenía, Valentina desesperada corre, no sin antes recibir un zapatazo de parte de su padre, sí, el mocasín elegante con el cual va a trabajar lo lanzó para que le llegara en la nuca.
Valentina salió corriendo por la villa y don Roberto le comenzó a gritar desde la ventana.
-¡Ahí va! pendeja de mierda, ¡mírenla!, se arranca porque sabe que la cagó. ¡pendeja mal agradecida de mierda! ¡no volvai acá pendeja!-, gritó don Roberto en su agonía.
Nuestra chica solo corrió y corrió, pero nada puede terminar bien si uno se va de casa por las malas.
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Ahí estaba, en la ventana mirando como Valentina corría por su vida. La miraba con indiferencia, pues no es un suceso especial, era pan de cada día el escándalo y eso le molestaba.
Camilo era un loco que tenía un desprecio por todas las cosas, sean buenas o malas. Su pensamiento partía desde la premisa que ''todo es absolutamente falso''.
- Miren a esas viejas huevonas-, decía con enojo.
- Vecina si usted le echa esos fertilizantes blancos a las plantas van a crecer más rápido pue, inténtelo-, le decía una vecina a otra.
- Gracias, vecina no sabe lo importante que es tener viva las plantas-, le responde la otra.
Y Camilo pensaba...- Claro, seguro lo querí por eso, vieja huevona-, lo único que te importa es que la hueva se vea bien, no tení otra intención, decía amargamente.
Unos caballeros se saludaban cordialmente en el departamento de al lado y camilo pensaba.
-Viejos huevones, se saludan y por dentro se odian los huevones, cuantas cosas se dirán en la mesa entre ellos cuando están con sus familias. El rumor el cahuín. Enfermante la huevada.
Estaba apunto de ir abajo y decirle sus verdades a cada uno de los que observaba, pero no se atrevía. Y claro, de ser así lo matan.
- ¡Ven a almorzar!-, le decían desde el comedor a Camilo.
Salió de su pieza para dirigirse a comedor y sentarse en la mesa cuadrada de su casa. Ver las caras de su familia era algo agobiante y pesado. Quería irse y no volver, tenía esa idea de mierda en la cabeza, esa premisa de que todo es falso no importa qué.
- Camilo, pásame la vetabel, por fa'-, le dijo su padre que comía tallarines al igual que todos.
- Toma...-, dijo cortamente Camilo.
- ¿Qué te pasa, Camilo?-, pregunta la madre preocupada.
- Vi a la Valentina que iba corriendo. Estaba llorando y como que me dio pena-.
- Que raro, pero si nunca hay problemas allá. Siempre hay problemas en todos los otros departamentos, menos allá-, decía la madre extrañada.
''Es cosa de fijarse un poco'', decía por dentro Camilo. En efecto, nadie veía lo que veía él porque tenía la disposición de verlo mal.
Terminó el almuerzo y volvió a su pieza. Ver a los niños en el jardín era lo único que lo animaba. Los niños son los únicos que dicen la verdad y no temen decirla. Es el maldito filtro de la adultez que no deja ser como realmente somos, aunque quede la media cagada. Nada le importaba a Camilo y con este pensamiento se iba a la cama todos los días.
Camilo vivía en un segundo piso en el departamento. La ventana de su pieza tiene por fuera una celosía de madera por donde es fácil escalar. A las 2:45 de la mañana de un día miércoles del año 2006, la ventana de Camilo es golpeada con mesura.
- ¿Cómo están golpeando la ventana a esta hora?-, se preguntaba Camilo.
El Camilo abrió la ventana y se encontró con la media sorpresa.
- Hola Camilo, soy la Vale-, respondió la voz casi llorando.
Valentina había vuelto de su huída y vio una oportunidad en Camilo, es decir, le dio una oportunidad una chance para.. quizás empezar algo.
- ¡Vale! ¿Qué estai haciendo aquí?-, le dijo Camilo alarmado.
- Me echaron de la casa. No quiero volver. Camilo, ¡ayudame por favor!
Camilo no estaba tan enamorado de Valentina, en realidad, sí la quería, pero no como una pareja o algo así. Solo quería demostrar que podía estar con alguien a pesar de lo amargado que era.
- Pero, ¿qué querí que haga, Vale?, no puedo invitar a quedarte po. Me matan-, dice Camilo.
- Mi papá me va a matar, Camilo, no puedo volver allá-, le dijo llorando con un mar de lágrimas.
- Pero no puedo, Vale. La casa no es mía y puede que si lo intentas te van a mandar a tu casa po-, dice Camilo.
- Camilo, por favor, te lo ruego. Me van a matar-.
- No puedo ayudarte, vale. De verdad-. decía Camilo irremediablemente.
Valentina no quiere recurrir más a la lástima. Ya era mucho suplicar por un hogar a un hombre, a uno de los enemigos. De mala manera se bajó de la celosía y emprendió camino a otra parte. Camilo cerró la ventana como si hubiera hablado con el aire, y se desvinculo de todo hecho que pudiera unirlo con Valentina. Sabía lo que se le vendría.
Vagó por las calles de Bonilla al lado del metro Pajaritos. Pensó que a lo mejor ahí encontraría una casa en donde vivir. Se dirigió a la entrada y vio a una mujer un poco más grande que estaba dormida, no la quiso molestar y se sentó al lado de ella sin despertarla.
- ¿Por qué estás aquí?-, le dice la mujer.
- Mi viejo me echó de la casa-, dice Valentina casi poniéndose a llorar.
-Era una mierda-, dice la mujer con total seguridad y consuelo.
- ¿Lo conoces?-, le dijo Valentina extrañada.
- Es obvio que es una mierda si te echa de la casa-, dice la mujer.
Valentina estaba confusa y no entendía nada. Se acercó con confianza a la mujer, una confianza que jamás había sentido y la mujer le permitió dormirse colocar su cabeza bajo su frazada y dormirse en sus piernas.
- Duerme, amiga, ya estas a salvo-, dijo consoladoramente la mujer.
Valentina escuchó su voz, hubo un silencio y cerró sus ojos para no volverlos a abrir...